
Vídeo


Sinopsis

Llega un momento en la vida en la que tanto reyes y reinas, tienen que abandonar el hogar materno y afrontar en solitario las circunstancias que el reinado conlleva. Manu Sánchez presenta en esta obra de teatro las tribulaciones de un rey que se dispone a dar su primer discurso tras su reciente nombramiento. ¿Les suena esta situación?
¿Ahora me tienen que hacer a mí la foto con la moneda? ¡Coño! ¡Que me ha cogido más gordo!Manu I
Quizás hoy más que nunca tiene sentido El Rey Solo: un monarca que se encuentra ante un nuevo desafío, el de hacer frente a la corona, un fiel y claro reflejo de la situación que ha vivido recientemente la familia real española. La abdicación de Don Juan Carlos I y llegada al trono de Felipe VI, es un buen ejemplo del momento que le toca vivir al protagonista de esta obra.
¡Ha llegado el momento! Pienso cambiar todo el protocolo. Pienso cambiar todo lo que haya que cambiar. ¡Monarquía moderna!Manu I
A Manu I le toca enfrentarse a sus súbditos por primera vez, sólo, sin la reina madre, que tanto cobijo le ha dado durante este tiempo. Esta situación hará que tanto él como el público se planteen la relación madre-hijo de una forma que nunca antes se habían planteado.
– Mamá, me duele la cabeza.
– Tómate un pucherito.
– Mamá, me duele el estómago hoy.
– Un pucherito.
– Mamá, tengo calor.
– Sí, tómate el pucherito.
– ¿¡Qué es lo que lleva eso!?Manu I
Éste es el punto de partida de una historia que, aprovechando el doble sentido y el ingenio, se convierte unas veces en un retrato de un hogar típico y otras en el análisis de una monarquía que no ha pasado por su mejor momento.
Mi primer discurso pienso darlo de corazón.Manu I
‘El Rey Solo. Mi reino por un puchero’ se convierte así, en la primera pieza teatral que sube a un escenario al nuevo rey, a Manu I. Un espectáculo que no deja indiferente a nadie al hablar tanto de la realidad, como de lo real.
¡Que se enteren ya por fin los gobernantes de que cuando sobran lentejas no son para ellos! ¡Que se les echa arroz, y así es como están buenas!Manu I

La dinastía de los Manueles

Manuelón VIII, el Fuertecito

28 de junio de 1491 – 28 de enero de 1547
Este rey, grande en todos los sentidos, tuvo siempre la sartén por el mango y supo en todo momento qué se cocía, haciendo que el mayor problema fuera pan comido. No se comió el mundo porque aún no existía la mahonesa.
Manolete IV, el Penúltima
8 de abril de 1605 – 17 de septiembre de 1665
Este monarca, nocherniego, espléndido y preocupado con el contento de sus súbditos, acostumbraba a resucitar las veladas con la frase “¡Una ronda para todos, que invita la Casa… Real!”. En su imperio no se acostaba nadie sin ver salir el sol.

Las Mijitas

La familia de Manolete IV fue inmortalizada en este retrato coral en donde la figura central, la infanta Manolita, está acompañada por sus doncellas, damas tan escrupulosas y tiquismiquis que eran conocidas como las Mijitas. Una curiosidad: en la esquina inferior derecha, puede verse a Manolitino el Petardato, a quien algunos entroncan directamente con la familia de los Borbones; de hecho, en los cenáculos de sangre azul repitieron una y otra vez la frase: “míralo, igualito a su antepasado” cuando Froilán le dio esa noble patada a su prima el día de la boda de una periodista.
Manolillo III, el Cabeza
20 de enero 1716 – 14 de diciembre de 1788
Rey de cráneo tan privilegiado que para forjarle la corona se usó de plantilla una paellera. Su temperamento, bravo e irrefrenable, lo llevó a ponerse el mundo por montera pero le quedaba chico.

Manoli I, la Molletosa

8 de agosto de 1824 – 8 de octubre de 1880
Reina alegre y con mucha chispa, gustaba siempre tomar una copita de moscatel porque está dulcecito, y una copita de anís porque está dulcecito, y una copita de ron miel porque está dulcecito… Nunca mostró especial interés por comerse el mundo: le bastó con bebérselo… porque está dulcecito.
Manolo XIII, el Akadémiko
17 de mayo de 1886 – 28 de febrero de 1941
Monarka k s rallo mogollon 1 nxe d xiko y dejo la scuela pa aprender de la bida y star siempre XD

Manolín I, el Sopli

19 de noviembre de 1600 – 30 de enero de 1649
El aire julay de este monarca propició la confianza de damas de toda índole y condición, quienes primero pensaron que ningún peligro se corría estando a solas con Manolín y luego comprobaron, no sin gusto, que sí que se corría.
Manolico XXII, el Madurito
31 de febrero de 1655 – 15 de enero de 1709
Gallardo y elegante, rey de mirada picaruela y flequillo coquetón, desataba pasiones entre las damas que van peladas cortito.

La familia de Lolo IV

La endogamia propia de la realeza tarde o temprano sale a lucir. En este retrato coral puede apreciarse cómo la tez de las féminas destaca por su bello hirsutismo. Un dato curioso: si el espectador se fija, observará que todos los miembros de la familia usan el mismo modelo de anteojos; esto es debido a la rapacidad de la reina madre, que vio una oferta de escándalo y no desperdició la ocasión.
Manito VII, el Deseoso
14 de octubre de 1784 – 29 de septiembre de 1933
Manito VII, el Deseoso, acusó desde edad temprana un ánimo curioso que lo condujo a lo experimental de la ciencia. Desmontó innúmeros mitos y un sinfín de supersticiones como aquella, tan agitada por el clero de hace siglos, que afirmaba que de mucho darle, podías quedarte ciego. Gracias a Manito VII sabemos que nada de ceguera: a lo sumo, un poco de astigmatismo.

Enmanuela I, la Sueltecita

27 de abril de 1806 – 22 de agosto de 1878
Enmanuela, la Sueltecita, fue la esposa de Manito VII. A la muerte de éste, permaneció unos años en el trono, como reina regente, hasta que su niña se hizo mujer. Esta alta dama de la corte se distinguió por su singular picardía, inusitada hasta el punto de afirmarse que se comió como mujer lo que no se pudo comer como hombre.
Manuel VII, el tibio
9 de noviembre de 1841 – 6 de mayo de 1910
La dureza en el semblante de Manuel VII contrasta con su proverbial gentileza. Rey amable y amante del buen vivir, dejó instrucciones precisas por si, una vez muerto, algún espiritista se animaba a invocarlo: “Quien conmigo hablar quiera tras mi postrer día, habrá de invocarme a partir de las doce, que antes no tengo cuerpo. Ha de saberse que de nada servirá una tabla ouija: habrá de usarse en su lugar una tabla de cortar chacina y queso viejo. Y nada de vaso bocabajo: el vaso bocarriba y de tinto hasta los topes.”
